La mítica construción de Chicago,
2022
Chicago es más que una gran ciudad, es un mito. Su historia y sus huellas han dejado una marca imborrable que no puede contarse separada de ellas. Ni su arquitectura ni sus obras públicas pueden capturar completamente su esencia. Tampoco sus protagonistas, que van desde gánsteres a premios Nobel, explican del todo su hechizo.
Chicago es una ciudad joven y vibrante. Su rápido crecimiento la convirtió en una metrópolis en poco tiempo, y su relativamente reciente construcción permite que pueda conocerse de una manera única y especial. Una corta edad que también ha conseguido hacerla inmensamente célebre en comparación con otras ciudades, gracias a historias que han trascendido fronteras.
Chicago nunca ha sido la primera ciudad americana en nada. Second to none –tampoco segunda, cabría traducir– afirman ellos con mucha razón, a pesar de haberlo intentado en un corto período de su historia. Intentó superar a Nueva York en población, pero pronto ese deseo dejó paso al de ser la primera del mundo en cuanto a coraje, energía y determinación. Esto demuestra la ambición de la joven metrópoli, cuya reputación se extiende más allá de sus límites físicos, alcanzando el estatus de musa tanto en la prosa como en la poesía. Su huella es profunda en aquellos que viven en ella. Numerosos escritores, poetas y científicos han encontrado inspiración en Chicago. Y su influencia se ha extendido a todas las ramas del arte y la ciencia, dando forma al bagaje literario de gran parte de la nación. De hecho, llegó a dar pie a una importante denominación multipropósito: La Escuela de Chicago, que surge en cualquier disciplina.
El desarrollo de la ciudad se vio favorecido por su ubicación estratégica y su acceso a importantes vías fluviales y ferroviarias. Chicago se convirtió en un centro de comercio y pronto comenzó a agregar sus propias manufacturas a los bienes que vendía. El crecimiento industrial atrajo a personas de todo el mundo, lo que resultó en un rápido aumento de la población. Con el tiempo, la ciudad se ha impuesto en un área metropolitana cada vez más amplia, y su fama ha alcanzado todos los rincones del mundo, aunque a menudo distorsionada y edulcorada. Esta acumulación de cualidades ha contribuido a su encanto y, por supuesto, a la creación del mito de Chicago.
Para poder escribir un libro que se acercara a la ciudad desde múltiples puntos de vista, ha sido necesario recurrir a autores tan variados pero tan relevantes para la ciudad como el poeta Carl Sandburg, los urbanistas Ludwig Hilberseimer y Jane Jacobs, el arquitecto Mies van der Rohe, el politólogo Larry Bennett o los periodistas ganadores de sendos Pulitzer Mike Royko y Louis Stud Terkel.
El propio título del libro ya contiene el índice, con los tres puntos de vista necesarios para estudiar la naturaleza de una ciudad. Primero el histórico en sus tres fases, luego el formal y sus estructuras, y tercero la planificación, pero no los planes sino los problemas. Tras la introducción, el segundo capítulo trata de los orígenes de la ciudad, con especial atención a los problemas y ventajas de sitio y situación. El tercero se dedica al planeamiento, con especial atención al plan de 1908 de Burnham y Bennet, y a la figura de Frederick Law Olmsted. El cuarto capítulo se centra en la innovadora construcción para superar esos problemas del sitio, que devino en una nueva estética y generó la renombrada Chicago School of Architecture.
El quinto capítulo se dedica a la especial manera de gobernar que se desarrolló en la ciudad a partir de ‘los felices años veinte’ y que se mantuvo durante décadas, con un enfoque personalizado en alcaldes de larga duración, gánsteres del crimen organizado y protagonistas de la lucha por los derechos civiles. Y es que no se puede entender Chicago sin estudiar las figuras de Al Capone o Martin Luther King. El sexto se centra en el arte y los artistas, y en su presencia en calles, plazas, jardines y barrios. Finalmente, el séptimo capítulo cubre las décadas más recientes, deudoras de aquella manera de gobernar, pero con la ciudad marcadamente orientada a una presencia más global en el mundo.
En resumen, Chicago es mucho más que una simple ciudad. Su historia, su desarrollo industrial y su diversidad cultural la han convertido en un mito; y su planificación urbana, su visión regional y el reconocimiento a sus figuras clave se han convertido en aspectos fundamentales para comprender y relatar el pasado, el presente y el futuro de esta fascinante metrópoli.
Reseñas
La necesaria construcción de Vancouver,
2021
Si se llega a Vancouver por tren, tras atravesar las Montañas Rocosas, puede comprenderse el gran papel del ferrocarril en la formación de Canadá. Los carteles de la Canadian Pacific Railways ya logran vincular el grandioso paisaje con la necesidad del ferrocarril para llegar, como su nombre indica, hasta el Pacífico.
Hay bastantes similitudes y ciertas diferencias en la llegada del ferrocarril a Vancouver en 1887 y a Oakland-San Francisco en 1869. Ambas ciudades ansiaban su llegada, pero lo que en San Francisco era una gran mejora, para Vancouver era una imperiosa necesidad, dadas las mayores dificultades del terreno y el clima.
La British Columbia ocupa el suroeste del territorio canadiense y es, en efecto, un terreno muy anfractuoso y entonces totalmente desconocido. Llegar desde las praderas de Alberta a Vancouver requiere atravesar tres cadenas de montañas, las Rocosas, las Selkirk y la Costera, un difícil recorrido en verano e imposible en invierno.
Además, la integración de la British Columbia en Canadá afectó a ese enorme e inexplorado espacio, durante una larga y turbulenta época. En ella participaron las Primeras Naciones, allí establecidas desde tiempo inmemorial, y algunas de las naciones más poderosas del mundo, en concreto Gran Bretaña, Francia y España –con colonias en el continente americano– y los flamantes Estados Unidos. El momento decisivo de esa turbulenta época fue el 28 de octubre de 1790, cuando se firmó en Madrid el Acuerdo de Nootka Bay, y España, amenazada de guerra por Gran Bretaña, renunció al monopolio de la navegación y el comercio por el Pacífico para no afrontar esa guerra que no podía ganar.
Tras detallar este tipo de aspectos en la introducción, el relato del libro se estructura en torno a los artífices de las exploraciones, conflictos, negociaciones, proyectos y construcciones que han ido posibilitando y configurando la ciudad, verdaderos protagonistas de la acción, muchas veces con una obligada autonomía en sus decisiones.
El segundo capítulo describe las exploraciones de la costa del Pacífico por mar y por tierra, junto al incidente que los británicos tomaron como excusa para plantear el conflicto, y sus posteriores consecuencias para la colonia de British Columbia, así como para la primacía de la costa continental sobre las islas para albergar el futuro puerto del Pacífico.
El tercer capítulo se dedica al ferrocarril, cuya llegada era condición necesaria y suficiente para la integración de British Columbia en Canadá. De hecho, la Canadian Pacific Railway fue quien decidió y construyó el puerto de llegada del ferrocarril y escogió el nombre de Vancouver para la ciudad que allí se construiría. Tras una primera parte dedicada a la definición del trazado y la construcción del ferrocarril, la segunda refleja los preparativos y consecuencias de esa llegada. Como en el anterior, el capítulo se organiza según los protagonistas de cada etapa.
El cuarto capítulo estudia en detalle las ideas que fueron conformando la ciudad. Cuando acaba la Segunda Guerra Mundial, Vancouver todavía no había cumplido un siglo, pero los ciudadanos lograron que se les hiciera caso en la puesta en práctica de lo nuevo. Un grupo de planificadores sensibles supieron desarrollar unos procedimientos de consulta y participación que, durante unos años, permitieron dar solución a los problemas que iban surgiendo. Se trata con especial interés el desarrollo del amplio frente marítimo que presenta Vancouver. De nuevo las personas encabezan los apartados, acompañados de la faceta o cualidad de la ciudad por la que lucharon.
Los ciudadanos protagonizan el quinto y último capítulo, que se estructura en torno a los logros y dificultades de la propia ciudad respecto a valores e ideas que hoy se entienden como deseables: Vancouver se pretende y se presenta como verde, habitable y con una movilidad sostenible. Y aquí se da entrada a la valoración que recibe la ciudad en comparación con las demás ciudades del mundo, valoración en la que ha perdido posición en los últimos años.
A Vancouver no es fácil llegar y, por ello, cada capítulo marca una llegada que cambia la ciudad del momento y la proyecta al futuro. En el segundo, dedicado a los exploradores, llegan los europeos; en el tercero, del ferrocarril, es la propia Canadá quien llega a Vancouver; en el cuarto, dedicado a los planificadores, llegan la modernidad y sus complejidades; y en el quinto, los propios ciudadanos ven llegar al mundo entero, o a todo el mundo, como se prefiera.
Como la mayor parte de las grandes ciudades del mundo, Vancouver no se pudo visitar durante muchos meses por la pandemia, lo que ha hecho algo más difícil conocer la ciudad. Entre septiembre y octubre de 2021 se logró corregir esa carencia y, como siempre, la práctica totalidad de las fotografías de este libro han sido tomadas por el autor y sus colaboradores.
Vancouver es una ciudad verde y cuidada, con un magnífico entorno, que merece disfrutarse.
Reseñas
La construcción del puerto y ciudad de Hamburgo,
2020
Comprender Hamburgo requiere superar un primer dilema: se trata de una ciudad o de un puerto. Cualquier intento de entenderla pasará de un modo u otro por acercarse a ambos y requerirá explicar su relación. Los edificios más notables de la ciudad están en el puerto, los planes urbanísticos gravitan en torno a él, su presencia construye la ciudad. La excelente accesibilidad de la ciudad por carretera o ferrocarril es producto de las exigencias portuarias.
Una sorpresa añadida es que es esta ciudad-puerto está muy lejos del mar. Para llegar a Hamburgo los buques han de recorrer unos 130 km por el río Elba. Pero lo que parece debilidad resulta ser fortaleza pues, al adentrarse río arriba, el puerto alcanza toda la Europa interior a través de su extensa red de canales. A partir de ahí, Hamburgo supo construir una enorme red exterior de relaciones comerciales con cientos de puertos de ultramar, para convertirse en la ‘puerta al mundo’ de la red interior europea. Su fachada ‘marítima’ eran los grandes buques capaces de cruzar el Atlántico con pasajeros y mercancías. Su trasera ‘fluvial’, situada aguas arriba, eran las barcazas que podían alcanzar las grandes ciudades centroeuropeas.
El manejo de ese complejo sistema comercial era ejercido por las navieras de las grandes familias burguesas, cuyos prohombres se ocupaban del manejo de sus compañías por la mañana y del gobierno de la ciudad por la tarde.
A partir de esa historia, surge la pregunta de cómo esa realidad se ha mantenido viva hasta hoy. Otros grandes puertos se han extinguido, o han puesto tierra por medio de la ciudad donde nacieron.
La milenaria trayectoria de Hamburgo no es lineal, presenta quiebros y rupturas que son fruto de decisiones y respuestas a acontecimientos no previstos ni deseados. Durante siglos, el puerto ha hecho crecer a la ciudad, pero también ha sido su punto débil, pues gran parte de sus problemas llegaron por el puerto o resultaron agravados por su presencia.
Además de los bombardeos de 1943 que destruyeron Hamburgo por completo,aquí mucho mayores que en otras ciudades en proporción a sus habitantes porque se trataba de arruinar el puerto, hubo cuatro grandes eventos o calamidades, pero Hamburgo supo convertirlos en mejoras: el derribo de las murallas en los 1830, el gran incendio de 1842, la unión aduanera de 1888 y la epidemia de cólera de 1892.
La ciudad-puerto se ha mantenido viva en su voluntad inicial de comerciar en el mundo, gracias a la orientación de sus respuestas frente a esas calamidades, con una gran resiliencia. A su vez, la principal ciudad portuaria de Alemania ha albergado una gran escuela de estudios humanistas, exportadora de ideas y de talento al mundo entero. El círculo de Aby Warburg y la Universidad de Hamburgo son ejemplos señeros de ello.
El agente del cambio más persistente ha sido y sigue siendo la tecnología portuaria, sobre todo en los últimos 50 años. La ciudad decidió en el 2000 moverse hacia el sur con el proyecto HafenCity para ocupar los espacios abandonados por la revolución de los contenedores, apostando por mover hasta allí el centro cultural de la ciudad y manteniendo intacta la geometría del complejo borde del agua. Al frente de todo ello se ubicó el edificio más emblemático, la nueva Elbphilharmonie, actual emblema de la ciudad.
Tras la introducción del Capítulo 1, el Capítulo 2 se dedica al alcance y consecuencias para la ciudad del comercio marítimo que la proyectó hacia el mundo, con sus redes de influencia exterior, interior -con especial atención a los canales centroeuropeos-, e institucional, en el contexto de otras ciudades marítimas del Báltico y el Mar del Norte. Así mismo se realiza una comparación con otros puertos europeos, analizando variables cuantitativas de la base de datos de CORINE con técnicas de ecología del paisaje.
En el Capítulo 3 se explica la influencia del puerto en el crecimiento y conformación de la ciudad, cuando la red exterior comienza su expansión y las navieras de Hamburgo se hacen presentes en todo el mundo. El puerto hace crecer la ciudad e imprime su sello a lo largo de todo el siglo XIX. Se analiza también el papel de las grandes familias navieras en el gobierno de la ciudad y en instituciones ciudadanas, junto con los cambios que trajo consigo la república de Weimar en la arquitectura y el diseño de la ciudad. Mientras el puerto amplía y renueva de manera constante sus muelles, dársenas y almacenes, se construyen el famoso Speicherstadt, o barrio de almacenes de ladrillo rojo sobre los canales, los primeros puentes metálicos, el túnel bajo el río y el extenso ferrocarril que ya entra en la ciudad con varias estaciones.
El Capítulo 4 repasa las grandes calamidades que asolaron la ciudad y los cambios introducidos en su recuperación, incluidos los bombardeos de 1943 que la destruyeron por completo. El puerto se extiende por las orillas del Elba, e integra nuevos núcleos de población en el Gran Hamburgo.
En el Capítulo 5 se aborda la última gran transformación de la ciudad, comenzada en los 1990 con el proyecto HafenCity y su modélico proceso de planificación, diseño y construcción. Para comprender la apuesta cultural se introducen los importantes antecedentes de la ciudad en la música, el arte y la imagen, con un repaso de los principales museos, teatros y auditorios, para terminar con la gran Elbphilharmonie, cuya construcción fue realizada por el Grupo ACS.
Hamburgo es una ciudad no muy bien conocida pero con un gran atractivo, que se multiplica con las últimas realizaciones de HafenCity y la Elbphilharmonie. Hay mucho que aprender en la ciudad y en su puerto, y disfrutar con ello.
Reseñas
La construcción de Canadá en Toronto desde los extremos del río San Lorenzo.
2019
La mejor manera de tomar consciencia del gran país que es Canadá, es aproximarse a él desde el río San Lorenzo, donde está su origen y su progreso de futuro. De enorme superficie y escasa población, Canadá contiene un puñado de ciudades notables, ubicadas en los sitios históricamente más accesibles. La costa oeste y el río San Lorenzo concentran las ciudades más importantes, donde vive la gran mayoría de sus habitantes.
Si el río se nos presenta como territorio de ingenieros, por sus canales, presas, puentes y centrales hidroeléctricas, la ciudad de Toronto es lugar de nuevas e interesantes políticas de transporte y enfoques urbanos para orientar y controlar su crecimiento.
En el Capítulo 1, la introducción de este libro, se analiza la posición estratégica de Toronto en relación con los recursos, las comunicaciones y sus vecinos políticos; cómo ha diseñado un tejido urbano transitable donde el automóvil convive con el transporte público para acercar la periferia y el centro; de qué manera mejora y acondiciona su sitio en la orilla para convivir con el lago de forma sostenible; y porqué pretende que el centro de esas ventajas crezca de manera habitable y goce de plena vitalidad, potenciando sus atractivos. Del desarrollo en Toronto de esos cuatro adjetivos se ocupan los Capítulos siguientes.
El Capítulo 2 refleja la importancia del río San Lorenzo en el origen y crecimiento, tanto del país como de la ciudad de Toronto. El río y los Grandes Lagos, donde aquél se ensancha, constituyen la mayor reserva de agua dulce del mundo, almacenando un tercio del total. Pero el río es también la vía navegable más larga del mundo y origen de los primeros asentamientos, luego convertidos en las ciudades más importantes de Canadá.
La comunicación de esas ciudades con el mar, por medio de la Seaway posibilitada por el río, se convirtió en algo a preservar a toda costa. Con la guerra angloamericana, los tramos fronterizos del río se volvieron peligrosos y fue preciso construir un importante sistema de canales para evitarlos.
Además se construyeron puentes y centrales hidroeléctricas, éstas para aprovechar los enormes caudales que circulan por los escalones y rápidos del río San Lorenzo.
Toronto supo aprovechar la condición central de su posición respecto al río para convertirse en la mayor y mejor conectada ciudad de Canadá, primero con los canales, luego con los ferrocarriles y después con los aeropuertos.
El Capítulo 3 estudia los cambios ocurridos cuando los trenes reemplazaron a los barcos para moverse por el país, induciendo un fuerte impulso al crecimiento de la ciudad e importantes innovaciones tecnológicas en su movilidad.
La aparición del ferrocarril redujo la influencia del río San Lorenzo en la vida de Toronto, pues el río dejó de ser imprescindible como vía de comunicación y pudo ser cruzado, sobre todo cerca de las principales ciudades, gracias a la nueva tecnología de los puentes colgantes de gran luz.
Poco después el automóvil se convirtió en protagonista del transporte, tanto en la ciudad como en el territorio. Su rápida aceptación requirió mejores y mayores carreteras, que por razones de seguridad y capacidad se convirtieron en autopistas.
En Toronto las autopistas surgieron tarde y la gente supo oponerse, logrando conservar la cuadrícula original. A raíz de ello, para equilibrar la movilidad sin contar con las autopistas, se apostó por dos políticas: por un lado, se potenció el transporte público con el Metro, coordinado con tranvías y autobuses en algunas estaciones transformadas en intercambiadores; por otro, se fomentó la estrategia de solo permitir crecimientos urbanos allí donde hubiese suficiente transporte público. La puesta en práctica de esas políticas supuso el apoyo decidido a los usos híbridos o mixtos.
El Capítulo 4 analiza la relación de Toronto con el agua, pero ahora en términos ambientales. Con su modo de crecer, la ciudad logró mantener la movilidad en términos aceptables, pero descuidó los efectos ambientales del lógico aumento de población. En particular, los vertidos de aguas sucias en el lago, tanto por la persistencia de antiguas alcantarillas de vertido directo, como por la escasez de instalaciones para recoger la escorrentía de los intensos aguaceros. Esos caudales de tormenta producen inundaciones e introducen productos tóxicos no degradables en la mayor reserva de agua natural del mundo y obliga a dragados permanentes en el puerto, extrayendo residuos peligrosos que deben depositarse en vertederos controlados.
Durante muchas décadas una barrera industrial y ferroviaria impedía a la ciudad ver el lago. La ciudad terminaba en las vías, y entre ellas y el puerto solo había unas pocas industrias. En los 1970 la revolución de los contenedores dejó obsoleto al puerto en unos pocos años, y la ciudad comenzó a recuperar su relación con el lago, reconstruyendo su maltrecho Waterfront en una larga operación que transformó radicalmente sus barrios y prioridades. Toronto recuperaba también su relación con el río San Lorenzo, privilegiado por su posición central en su orilla canadiense, entre las cataratas del Niágara, que movilizan 30 millones de visitantes al año, por donde aquél llega, y las Thousand Islands de Kingston, por donde se va.
El Capítulo 5, por último, se acerca al modo de vivir, las redes, el espacio y las formas construidas. Trata de entender el enorme esfuerzo de planificación, políticas y programas realizado por la ciudad con el fin de ser más habitable, convirtiéndose en pionera de una serie de prácticas urbanísticas de gran interés. Prácticas que insisten, sobre todo, en la influencia de la forma de lo construido sobre el comportamiento de los ciudadanos.
Al intensificar la densidad en el interior del Downtown y concentrar el crecimiento cerca del transporte en los suburbios, resulta imprescindible mejorar la experiencia de uso del tejido resultante. Y Toronto lo instrumenta con nuevos tipos de edificios y disposiciones, basados en el uso híbrido o mixto de espacios interiores y exteriores. La torre sigue siendo el elemento esencial, pero alberga una gran diversidad de funciones en su base o podio para aumentar la vitalidad de la experiencia urbana. El diseño de las calles se orienta a su uso peatonal pues, aunque asume la inevitabilidad de los coches, rebaja su prioridad o preeminencia sobre los demás modos de transporte. El frío y el viento del largo invierno nórdico se combaten con una red subterránea de pasajes y atrios que comunica los principales edificios de la ciudad, a la par que se fomentan los espacios soleados y se evita diseñar grandes espacios abiertos que resultan invivibles con fuertes vientos.
Aparte de la conocida CN Tower, no hay iconos o referencias visuales que permitan identificarla o reconocer los atributos de esta ciudad, pero no hace falta, pues la gente, los tranvías, las tiendas o restaurantes, e incluso los coches, todo cuanto llena sus calles es amable. Toronto es vivido y utilizado por una heterogénea población donde conviven razas, culturas e idiomas en perfecta sintonía, que ha demostrado una envidiable capacidad de acogida.
Por ello, aunque poco conocida y nada fácil de entender, Toronto es una ciudad llena de atractivo. No hace falta comprenderla a fondo para disfrutar de su visita y dejarse llevar por su vitalidad. Es seguro que, si se deciden a pasar en ella unos días, volverán a hacerlo en cuanto puedan.
ReseñasLa construción de Canadá en Toronto desde los extremos del rio San Lorenzo. Revista LEER, n 295, Otoño-Invierno 2019 p.37
San Francisco no deja indiferente a nadie. Ciudadanos y visitantes muestran la misma admiración que debió sentir Don Gaspar de Portolà cuando avistó por primera vez la bahía de San Francisco hace 250 años.
En estos dos siglos y medio la ciudad ha evolucionado de manera vertiginosa para convertirse en una de las metrópolis más dinámicas, innovadoras y acogedoras del mundo. Una trayectoria que se inicia con la Misión erigida por los franciscanos españoles en 1776, y que prosigue con la expansión económica del siglo XIX gracias a la idoneidad de su puerto para el tráfico comercial y el impacto de la fiebre del oro en la segunda mitad del siglo. La industrialización y modernización de la ciudad durante el siglo XX se apoyó en la implantación de importantes bases militares, en el desarrollo de centros universitarios punteros como Stanford y Berkeley, y en la construcción de grandes infraestructuras, cuyo máximo exponente es el puente Golden Gate erigido en los años 30.
En las últimas décadas, el vigor económico de la ciudad y su área metropolitana proviene del sector de las nuevas tecnologías, arraigado en el Silicon Valley, y cuya influencia ha sido determinante para situar a San Francisco como una referencia mundial de las industrias más avanzadas y las artes más vanguardistas.
Aunque nació muy tarde, la ciudad ha vivido con similar intensidad fuertes momentos de destrucción, la conocida ocurrencia de fuegos y terremotos que destruyen lo hecho y fuerzan su reconstrucción cada cierto tiempo, y grandes etapas creativas, en las que siempre se manifiesta un empeño permanente de mejora que, a su vez, conforma o retoca la visión de cómo debe ser la ciudad. Pero, para sus habitantes, San Francisco no es solo la ciudad. De hecho, se refieren a ella como "City by the Bay" (ciudad de la bahía) y prefieren usar centro o downtown cuando hablan de la zona compacta.
El relato de la construcción de San Francisco se desenvuelve en el libro con una estructura a su vez compuesta de relatos. Los títulos de los cuatro capítulos se encadenan a la introducción para combinarse en un primer relato-resumen: Un destino inevitable convertido en ciudad con una cuadrícula sobre colinas para fijar el desorden, al borde de una extensa bahía que hace suya con muelles y puentes, conjugando densidad y dispersión desde la cultura de lo diverso, para asumir lo digital y mantenerse como City by the bay. Los apartados de cada capítulo también componen un nuevo relato y los ladillos que acompañan al texto en los márgenes hacen lo mismo.
El capítulo 2 se ocupa de la cuadrícula, como primer elemento construido verdaderamente característico y formador de San Francisco. Sus largas calles se apoyan directamente sobre una topografía de colinas formando una malla muy rígida, extendida a toda la península pero diseñada cuando solo había un puñado de casas.
El capítulo 3 recupera la bahía y cuenta su 'construcción' como entidad geográfica a base de puentes que conforman el tejido arterial del territorio, y muelles para formalizar el puerto de la futura capital del Pacífico. El puerto atrajo distintas culturas y colocó la ciudad en el mundo a través de las Exposiciones Universales, pero la invasión japonesa de Pearl Harbour alteró radicalmente ese devenir y convirtió la zona industrial en una máquina de aprovisionamientos, la bahía en un enorme astillero de buques de guerra y la ciudad en un depósito de personas destrozadas por la guerra.
En el capítulo 4, se relata cómo la ciudad debió recuperar el frente marítimo, que quedó obsoleto por la revolución de los contenedores, y crear un nuevo sistema de movilidad. Por otro lado, unas grandes protestas paralizaron una serie de propuestas de altas torres de viviendas, consiguiendo salvar el carácter de los barrios. Ello atrae a beatniks, hippies, antimilitaristas, panteras negras y demás culturas alternativas, que refuerzan los movimientos de protesta, lo que convierte a San Francisco en la capital mundial de la contracultura. El capítulo 5 relata la lucha de la ciudad para mantener su visión en medio de los grandes cambios de la revolución digital de los 1990, localizada en torno a Silicon Valley y los rascacielos del downtown.
Este libro trata de una ciudad que es, ante todo, un relato de sí misma, y se publica con la esperanza de que anime al lector a visitar la ciudad.
Reseñas
La pragmática construcción de Londres.
2017
Londres ha sido escrita miles de veces. Como ciudad antigua, extensa y populosa, cualquier lugar de su geografía y cualquiera de sus personajes ha sido mirado, analizado y descrito desde muy variadas perspectivas en miles de libros.
En Londres se hace evidente la impotencia de la teoría para explicar la ciudad y, más aún, la pretensión de predecir o encauzar su crecimiento. Y como se pretende penetrar en la ciudad de hoy, lo primero es decidir cuál debe ser el principio de este relato. Siempre es arbitrario elegir un comienzo, pero este libro 'debe' empezar exactamente en 1848. En muchos tratados se considera que en 1850 comenzó la llamada Segunda Revolución Industrial, cuyo término se lleva hasta 1914. Como afirma Eric Hobsbawm, "sólo la economía británica estaba efectivamente industrializada en 1848 y consecuentemente dominó el mundo".
Fijado el comienzo, se han distinguido cuatro épocas relevantes. En cada una de ellas se ha seleccionado un tema cercano al mundo de la construcción y cada tema se ha concretado en un elemento construido, aunque se incluyen antecedentes y consecuencias y se mencionan otros temas significantes. La secuencia de revolución, imperio, modernidad y globalización que protagonizan los títulos de los cuatro libros de Eric Hobsbawm se utilizan para ordenar el libro, aunque se desfasa para analizar sus efectos en la construcción de Londres.
Tras una introducción, el segundo capítulo considera los efectos de la revolución industrial, centrados en los ferrocarriles como columna vertebral de la movilidad, y escoge la estación por su máxima significación para la ciudad. El tercer capítulo se refiere al legado del imperio, centrándose en el río como origen, frontera y bulevar de la ciudad por medio de unos muelles y puentes capaces de generar un paisaje construido, tan esencial para el funcionamiento de la ciudad como para su imaginario. Esas construcciones recuperan el río como corredor. Esa múltiple presencia y funcionalidad incluye también su papel central en el saneamiento de todo Londres, utilizado después como modelo en todas las grandes ciudades occidentales. El cuarto considera las propuestas de modernidad de entreguerras, concretadas en el uso y aspecto de la calle. El quinto capítulo recoge su actual condición de ciudad global, que busca aumentar su densidad sin extenderse, para reorientarse hacia los servicios financieros, de ocio y turismo ofrecidos al mundo entero con la telecomunicación y los aviones. Finalmente, en el capítulo sexto se presentan las realizaciones recientes de ACS en la ciudad.
Aunque ha sido rutinariamente etiquetada como ciudad policéntrica, Londres tiene un centro claramente definido por un cordón de estaciones de ferrocarril, enlazadas por una línea circular subterránea. Las vías no se ven y las estaciones se ocultan tras las fachadas de grandes hoteles, pero su interior se hace conspicuo por el uso cotidiano y su posición se convierte en referencia, gracias al famoso Tube Map, el mapa de Metro que gobierna la imagen espacial de la ciudad.
Londres es inabarcable pero adictiva. Cuanto más se adentra uno en ella, más ciudad aparece por descubrir y más atractiva se vuelve.
Barreira David: Entrevista y videoMartínez, Borja: "La reinvención de Londres". Revista Leer, año XXXIII, nº 288, diciembre 2017- enero 2018, p. 48-49.
La construcción de paisaje de Sidney.
2016
Desde Sídney, todo está lejos, es el centro de una inmensidad vacía. Sabemos poco de esta ciudad tan lejana. Quizás no recordemos que el país fue descubierto por el famoso capitán Cook en 1770, o que los viajeros de la Primera Flota llegados a Sídney en 1788 no eran colonos sino convictos condenados a muerte…
Sídney es el hermoso fruto de una penosa historia en un difícil país. Un bello y frágil paisaje, en delicado equilibrio entre un océano ilimitado y un enorme desierto, una peculiar formación erosiva sobre terrenos de arenisca relativamente blandos, con calas dentro de calas que multiplican sus orillas, con suelos escasamente desarrollados y de difícil cultivo.
El resultado de poco más de doscientos años de historia incluye –entre otras muchas cosas– cerca de cinco millones de personas en una enorme superficie plagada de barrios de casas unifamiliares; una ramificada bahía llena de pequeñas calas con sus laderas colmadas de residencias; un centro urbano formado por un haz de rascacielos que tienden a ocuparlo todo; una costa con un rosario de playas tan hermosas como orgullosas de su temprana vocación de espacios públicos; y una cultura de disfrute del mar en todo tipo de embarcaciones y deportes, convertida en componente decisivo de la identidad australiana.
En este libro, tras un capítulo introductorio, el segundo se articula en torno a las ideas de lejanía y belleza, desde los viajes de exploración a los primeros atisbos de ciudad: aquella tierra no era el paraíso prometido de la primera impresión: aparece el trasfondo carcelario de los viajes y los esfuerzos para construir una colonia donde solo había marineros, soldados y presidiarios.
En el tercer capítulo se narra cómo todo empieza a cambiar. Se debilita el sistema carcelario gracias al cumplimiento de las penas y a la rotunda negativa de los colonos a recibir más penados. Cunde la convicción de sentirse libres. Se planean los sistemas de abastecimiento y saneamiento de agua, las redes de vías de comunicación o las nuevas calles, se construyen los primeros edificios institucionales y, sobre todo ello, se empieza a asentar la predilección de sus ya ciudadanos por el mar y los cuidados para garantizar su uso público.
El cuarto capítulo entra de lleno en la construcción de la ciudad, desde los principios y criterios inspiradores de su planificación, hasta la construcción de las principales Obras Públicas como elementos permanentes en el sistema referencial de la ciudad. Buen ejemplo de ello es la gran realización del Sydney Harbour Bridge [el puente sobre la bahía], o el muelle de Circular Quay, pieza clave de la relación entre el puerto y la ciudad.
El quinto capítulo aborda la múltiple transformación de la ciudad en el último tercio del siglo XX. La modernidad entra en la ciudad, que crece desorbitadamente en altura, y el automóvil se entroniza como elemento indispensable de la movilidad. El capítulo dedica bastante atención a la gestación de la Opera House y a su compleja construcción, para destacar luego su trascendente papel en la imagen de la ciudad y del país.
En el capítulo sexto se describen las realizaciones recientes de ACS en la ciudad de Sídney.
Reseñas
La repetida construcción de Berlín.
2015
Ninguna ciudad es homogénea. Bajo el nombre de Berlín se cobijan muchos y diversos fragmentos marcados por la memoria de la destrucción. Tras prolongados debates, la reconstrucción renuncia a la modernidad para recuperar los rasgos esenciales de la ciudad. Decide mostrar su carácter histórico, pero no por medio de una inabordable construcción mimética; en su lugar apuesta por recobrar una apariencia histórica apoyada en imágenes de la memoria repuestas en su peculiar entorno natural. De este modo memoria y acontecimiento se hacen presentes en la repetida construcción de Berlín.
Berlín se muestra desde el aire. Desde el aire se hace visible su rasa extensión sin alturas relevantes, carente de silueta, con pocos hitos de referencia. El plano es protagonista. No hay montañas. De fondo y altura constantes, los bloques de variable longitud se agrupan en manzanas de forma irregular y gran superficie, dejando uno o varios patios en su interior.
Desde el aire cayó la lluvia de fuego causante de su destrucción, prolongada durante décadas de devastadora división y superada con una reconstrucción que alimenta el rescoldo de la memoria. Unos pocos monumentos mantienen la memoria de aquellos episodios especialmente desoladores. Las huellas del daño configuran vacíos y fronteras todavía elocuentes.
En Berlín, el agua es visible en ríos, canales o lagos, satura los suelos y garantiza las praderas, árboles y bosques. Hay mucho sitio con agua, humedales, praderas, árboles y bosques por todas partes. El agua a flor de piel dificulta tanto la construcción en altura como bajo el terreno: hay pocas torres, ningún rascacielos, escasos túneles y muchos puentes de vanos cortos. Las redes de espacios públicos se completan con numerosos parques, de carácter diseñado o agreste, pero siempre abiertos y accesibles.
La tierra explica el crecimiento de Berlín hacia afuera. En la ciudad convive el orgullo de la metrópoli con el afán de la vida apacible. Los berlineses disfrutan su jardín, cuidan su huerto o pasean por su entorno de bosques y ríos. Esos paseos, apoyados en la bicicleta, el coche o el tren para abarcar la amplitud del espacio (tanto para ir al trabajo como para el paseo o la diversión nocturna), acercan la ciudad a sus habitantes y muestran cómo se fijan a la tierra.
De algún modo, cada uno de esos cuatro elementos primigenios corresponde a un cierto momento en la progresiva intensidad de acercamiento a la ciudad, y en ellos se ha basado la apuesta de la estructura de este libro.
Finalmente se presentan las realizaciones recientes de ACS en la ciudad.
BERLÍN, CIUDAD PALIMPSESTO
Inspirada por los mejores y peores ideales de la modernidad. Erigida sobre sucesivas voluntades imperiales y arrasada con la mayor de las contundencias durante la Segunda Guerra Mundial. Lentamente reconstruida durante la Guerra Fría en torno a los ánimos y proyectos contrapuestos que chocaban en el Muro que la dividía en dos, y privilegiada con un novísimo esplendor tras la reunificación alemana: Berlín condensa como ninguna otra ciudad europea las luces y las sombras del siglo XX, y se proyecta en el XXI asimilando ejemplarmente su controvertido bagaje.
Después de los volúmenes dedicados a Madrid y Nueva York, Berlín protagoniza la tercera entrega de la colección de monografías sobre grandes ciudades que edita la Fundación ACS bajo la batuta de Miguel Aguiló. Ingeniero de Caminos y catedrático de Arte y Estética de la Ingeniería Civil de la Universidad Politécnica de Madrid, Aguiló viene dirigiendo para la Fundación dependiente de la multinacional española de construcción y servicios, de la que es director de Política Estratégica, un proyecto bibliográfico que tras abordar de manera monográfica las diversas tipologías de infraestructuras –presas, puertos, caminos, energía eléctrica, puentes, edificios singulares, pasarelas, alta velocidad y cubiertas–, condensadas a continuación en un décimo volumen titulado El legado de lo construido, busca ahora en la ciudad, la más elaborada de las concreciones de la relación del ser humano con su entorno, la puesta en escena de todo ello.
Aguiló arranca su relato de Berlín con una interpretación poética de los elementos primigenios que concurren en ella: el aire desde el que se asimila de manera óptima su trama urbana y su largo bagaje de suturas; el fuego de las sucesivas destrucciones padecidas; la tierra, por supuesto, y el agua que alimenta los lagos, ríos y canales que la circundan y atraviesan, que riega los frondosos bosques que en forma de parques penetran hasta su mismo centro, y que, de tan presente, "dificulta tanto la construcción en altura como bajo el terreno".
Enclavada sobre un eje comercial y geográfico que cruza naturalmente el continente de este a oeste, Berlín domina la gran llanura del norte de Europa. La que fuera capital de Prusia recibe su impulso decisivo y casi simultáneo con la unificación alemana y la industrialización. Precisamente el desarrollo de compañías como Siemens, AEG y la fábrica de locomotoras Borsig condiciona la planificación y crecimiento de Berlín, y propicia asimismo una de las características más potentes, todavía hoy, de la infraestructura de la ciudad: una magnífica red de tren y metro (con frecuencia en superficie por las mencionadas deficiencias del suelo berlinés).
Las especificidades de Berlín –mucho espacio, mala cimentación– y el carácter e intenciones de sus industriales –grandes fábricas de vocación utilitarista frente, por ejemplo, al rascacielos suntuario de los EEUU– marcan también la especificidad de su arquitectura representativa, que reside en detalles de fachadas o entradas y rótulos; detalles y motivos expresionistas al servicio del orgullo corporativo.
La capital alemana experimenta, pues, durante los años que median entre la unificación que culmina en 1871 y la Primera Guerra Mundial, un esplendor característico acompasado con el imperialismo europeo finisecular, y que coincide con la consolidación de la ciudad moderna. No desaprovecha Aguiló la oportunidad de reflexionar sobre el nacimiento de la urbe contemporánea de la mano de autores como Simmel, Benjamin, Baudelaire o Franz Hessel. Berlín se expande coincidiendo con el nacimiento de una "nueva conciencia de la multitud" (sobre las que años después escribirá Ortega) indisolublemente ligada a las nuevas metrópolis. Es una de las primeras ciudades que ofrece una experiencia novedosa y radical al nuevo paseante, que ya puede salir a la calle sin un propósito determinado, ver y hacer infinidad de cosas sin planificación previa, y en la que el bulevar funciona como una suerte de epifanía.
La derrota alemana en la Gran Guerra, y las onerosas reparaciones impuestas por los vencedores en la paz sin paz de Versalles derrotaron la pujanza alemana y regaron la semilla del nazismo. Pero, entretanto, el contexto de penuria no agostó los brotes culturales e intelectuales de modernidad de la preguerra. Berlín es la capital cultural de una república de Weimar sumamente característica y vital. Paradójicamente, los judíos alemanes que pocos años después serían sistemáticamente perseguidos para su aniquilación "fueron claves en el desarrollo de esta cultura cosmopolita única".
A partir de 1933, Berlín pasa a ser rehén de los delirios imperiales de Hitler. "Esta es una gran ciudad, pero no una ciudad cosmopolita. ¡Mire usted París, la ciudad más hermosa del mundo, o la misma Viena!", exclamaba el Führer ante su arquitecto de cámara, Albert Speer, que así lo recogió en sus memorias y lo cita Aguiló en La repetida construcción de Berlín. El nazismo diseña un proyecto megalómano a la altura de sus pretensiones expansionistas: Germania sería la capital del nuevo imperio alemán.
De aquello queda hoy poco aparte de las maquetas y los planos, las instalaciones del antiguo aeropuerto de Tempelhof y el Olympiastadion donde se celebraron los Juegos de 1936, apoteosis del nazismo de preguerra. Menos de una década después de aquella demostración más que deportiva, que contribuyó a diseminar por todo el mundo la siniestra utopía de pureza racial del nazismo, el Reich de los mil años estaba reducido a cenizas. Berlín, aparte de las ciudades japonesas atomizadas por los norteamericanos, será la plaza más castigada por los bombardeos. Una destrucción estrechamente relacionada con el hecho de ser el centro ideológico del horror de la Segunda Guerra Mundial.
Del mismo modo que los aliados concentraron en Berlín el esfuerzo de sus bombardeos, se produce una focalización de la culpa alemana en Berlín, "epicentro donde todo se originó". Una culpa moral y política que con el tiempo condicionará la propia reconstrucción, marcada en un principio por la inmediata división de la ciudad bajo las administraciones francesa, británica, norteamericana y soviética, y sobre todo, a partir de 1961, por la violenta cesura del Muro.
Comienza la reconstrucción en varios tiempos; primero, necesariamente, con el derribo de la ruina. La retirada de escombros propició la creación de una gran infraestructura para hacerlo, más de 300 kilómetros de vías, que funcionará durante 20 años y que hoy perdura en forma de sendas y colinas artificiales de hasta 70 metros.
Y entretanto, en una y otra zona, la reconstrucción ofrece un tablero adicional para los dos modelos que protagonizan la Guerra Fría. En el oeste se verifica una tendencia que terminará siendo general: no se busca ni un nuevo trazado ni una reproducción mimética de lo destruido. Rige una vía intermedia, la "evocación de un añorado paisaje", la "voluntad de recomponer una imagen de la ciudad perdida". Al mismo tiempo, confluyen en Berlín los mejores talentos del movimiento moderno, que encuentran en la ciudad arrasada un excelente campo de pruebas. Sirva como ejemplo el proyecto residencial de Hansaviertel, erigido en un meandro del Spree a partir de la exposición de arquitectura Interbau de 1957. En la construcción del barrio, coordinado por Otto Bartning, proyectarán figuras de la arquitectura como Gropius, Niemeyer o Alvar Aalto. Le Corbusier aportará una de sus imponentes Unidades de Habitación, que por sus grandes dimensiones tendrá que levantarse lejos del centro, en Charlottenburg.
Iniciativas como Hansaviertel respondían desde la parte occidental a los primeros desarrollos oficiales de viviendas levantados en Berlín Este. En lugar de apostar por la rehabilitación de los viejos edificios, considerados burgueses y reaccionarios, las autoridades erigen grandes bloques de apartamentos a base de elementos prefabricados en torno a imponentes avenidas de trazado sovietizante.
Berlín será muestrario arquitectónico, "zoo de tendencias", con el ingrediente añadido del choque político. Pero no será hasta la caída del Muro cuando Berlín podrá reconstruirse propiamente y de una manera homogénea. La nueva capital será el gran proyecto de la Alemania unificada. Culmina su resurrección, aunque marcada por la sombra de la culpa antes mencionada. El peso de la memoria, ese imperativo característico de nuestro tiempo, anima proyectos como el Museo Judío de Daniel Libeskind, el Memorial del Holocausto de Peter Eisenman, el homenaje callejero a las víctimas a base de adoquines dorados repartidos por toda la ciudad o la Topografía del Terror, centro de interpretación que explica de manera ejemplar el funcionamiento de las instituciones represivas del nacionalsocialismo.
Al mismo tiempo culmina la rehabilitación del Berlín histórico, esa recuperación del "añorado paisaje" que convive con la urbanización de los enormes espacios vacíos abiertos por las bombas y perpetuados por la división de la ciudad. Es aquí donde Berlín vuelve a convertirse en escaparate de la arquitectura espectacular, por medio de concursos para las infraestructuras e instituciones de la nueva capital, con episodios como la reconstrucción de Potsdamer Platz y su entorno, realizada a finales de los 90 a espaldas de la voluntad de las autoridades y atendiendo la de las corporaciones que pagaban sus flamantes cuarteles generales.
En todo caso, Berlín vuelve a ser hoy la gran ciudad que estaba destinada a ser por código genético. Ciudad donde "todo parece histórico y nada lo es", como señala Aguiló en los compases iniciales de La repetida construcción de Berlín. Un bagaje y un carácter que quedan resumidos en el imponente proyecto del Humboldt Forum, la reconstrucción del desaparecido Schloss, el antiguo palacio real, que ejecuta ACS a través de su filial alemana Hochtief y que aparece en la portada del libro.Ingeniería del siglo XXI en su corazón de hormigón y técnicas del XVIII para la reconstrucción de su fachada barroca que se prevé estará completada en 2019.
Esto es Berlín y así lo cuenta Aguiló, que desgrana todas las infraestructuras de la ciudad –saneamiento, caminos, canales, esclusas...– desde su particular óptica estética.
La construcción del Nueva York moderno.
2014
Frente a la escala y complejidad de Nueva York, las buenas ideas no son suficientes por sí mismas. Se necesita arrojo y tesón para defenderlas y astucia y fortaleza para llevarlas a cabo. En Nueva York todo cuanto ocurre es discutido, negociado y empujado, o no llega a suceder. Por esta razón el análisis de la ciudad se aborda a través de las figuras de ciertos individuos con capacidad suficiente para movilizar poder, dinero e influencia en torno a sus ideas. Son auténticos catalizadores de la formación de la ciudad, que con constancia y habilidad lograron llevar complicados procesos a buen fin o, por el contrario, paralizarlos y cancelarlos.
El libro se abre con una reflexión general sobre la tensa e incesante construcción de la ciudad. La irrupción de lo nuevo, la modernidad, el concepto de metrópolis, la recurrencia al arte, el protagonismo de lo público, el vínculo indisoluble entre construcción y destrucción, los conflictos de escala, el parque como recorrido, la ostentación de lo corporativo, la fuerza de los barrios o el pulso de las crisis son asuntos esenciales para la vida de la ciudad e indispensables para entenderla.
Tras este relato general salen a escena los 14 personajes protagonistas del libro. El capítulo 3 agrupa lo ocurrido en el siglo XIX, como estructuración básica de la ciudad para su inminente crecimiento, en torno a la figura de John B. Jervis. En el capítulo 4, John A. Roebling aparece como emblema de lo nuevo, y trae consigo el Brooklyn Bridge como su materialización, también mostrada por el Flatiron Building. El capítulo 5 se construye en torno a Frederick Law Olmsted, conocido como autor del Central Park y de todo un sistema de parques y vías de comunicación. El capítulo 6 está protagonizado por la firma McKim, Mead & White, responsable de gran parte de los edificios institucionales de Manhattan. Los capítulos 7 y 8 dan entrada a los flujos masivos de transporte generados por la aglomeración, agrupados primero en torno a William J. Wilgus y los ferrocarriles, y luego junto a Thomas Adams y la planificación. La ciudad empieza a colonizar el subsuelo con túneles, trenes y metro, sólo visibles desde el exterior en la excepcional Grand Central Station. El capítulo 9 es protagonizado por Wallace K. Harrison, capitán del protagonismo corporativo como sustituto de la presencia de las instituciones en la imagen de Nueva York. La ciudad se eleva con el rascacielos y afloran sus emblemáticos Empire State Bd., y el Rockefeller Center. El capítulo 10 propone una pausa de reflexión crítica en torno a la figura de Lewis Mumford, tras la crisis financiera de 1929. Los capítulos 11 y 12 examinan el efecto expansivo de las medidas del New Deal para superar esas crisis, en torno a las figuras de Robert Moses y Othmar Ammann: el emblema de su conjunta labor es el Cross Manhattan Expressway. El capítulo 13 se aglutina en torno a Austin Tobin, impulsor de la New York & New Jersey Port Authority. El capítulo 14 se centra en la figura de Jane Jacobs, capaz de aglutinar la oposición popular hasta paralizar algunas iniciativas, potencialmente destructivas de ciertos barrios, como el Village o el SoHo, y de toda una manera de vivir la ciudad. El capítulo 15 recopila algunos ejemplos de la esplendorosa y contradictoria manera de construir de toda una época en torno a la figura del controvertido Philip Johnson, con el contrapunto de la firma Skidmore, Owings & Merrill (SOM) y las aportaciones de notables arquitectos, con productos como las Naciones Unidas, el Lincoln Center y la Ford Foundation, o escenarios como Times Square. El personaje de Amanda Burden se ha elegido para aglutinar los últimos años en el capítulo 16, como impulsora incansable del nuevo espíritu asumido por la ciudad para renovarse tras una tragedia, varios desastres y una gran crisis. Nuevas o recuperadas piezas, como la High Line, dinamizan la ciudad mientras aparecen realizaciones de conocidos arquitectos, tales como Frank Ghery, Jean Nouvel, o Christian de Portzamparc.
Lo anterior se complementa con un último capítulo orientado a los lectores, aproximación a cuatro maneras de asomarse a la ciudad a través de paseos, atrios, jardines y escenarios.
Finalmente se incluye un capítulo con las últimas y más relevantes realizaciones de ACS en todo el mundo y especialmente en Estados Unidos.
Fernando Quesada ROP 3563 MARZO 2015 Pag 88-89
Construccion del Actual Madrid.
2013
Construir es una pulsión esencial del ser humano, constituye una muestra primordial de nuestra manera de estar-en-el-mundo. Y lo que se construye está presente o condicionado por la ciudad. El hombre delimita y ocupa áreas, las parcela y comunica con calles y plazas, dispone los accesos y, con ello, desarrolla la ciudad y organiza su derredor para la convivencia.
Los productos del construir, las obras de arquitectura e ingeniería, son parte esencial de la vida, trascienden su función y entran como imágenes en su devenir: se producen sobre el espacio pero están igualmente ligados al tiempo, pues con él cambian las demandas definitorias de las funciones de lo construido.
Más allá de la legislación, la normativa y los planes, la ciudad es también fruto del esfuerzo sostenido de muchos profesionales que han dedicado su trabajo a su trasformación y funcionamiento. Para comprender cómo se hace una ciudad es pertinente escuchar la voz de los protagonistas y conocer los cambios más notables dando entrada a quienes han tenido un papel relevante en su construcción. Pero cada ciudad es única y requiere una particular manera de aproximarse a sus entresijos. La cercanía de Madrid, motivo de su elección, representa al tiempo un obstáculo a salvar. Por otra parte la inabarcable bibliografía consagrada a ella y a su construcción, obliga a elegir cuidadosamente los temas y las obras sobre las que se articula el discurso y a seleccionar las referencias bibliográficas más adecuadas para progresar en el necesariamente esquemático contenido del texto.
Con todo ello, el libro se estructura en nueve capítulos. Tras una breve introducción, se dedica un primer capítulo a la memoria de lo construido, que bosqueja el devenir de las preexistencias urbanas encontradas por los actuales constructores, marco obligado de sus actuaciones. Los cuatro capítulos siguientes se dedican a esas acciones esenciales destinadas a conseguir movilidad con caminos y calles, elevarse con estructuras, salvar con los puentes y regular los flujos de agua y recursos. Finalmente un capítulo titulado Usar y disfrutar la ciudad se ocupa de la síntesis y representación de lo relacionado previamente y de lo 'no construido' como partes indisociables de la construcción de Madrid.
El libro se cierra con el catálogo de las realizaciones de ACS, las referencias bibliográficas utilizadas y los índices.